Te lo debían

@nandopilgrim

Siempre quise publicar en este blog un artículo sobre ti. Este blog tan mío y tan personal, donde no podía faltar un rinconcito para el gran Marco Pantani. Nunca lo había hecho, quizá no era el momento. Ahora ha llegado.

No sé ni cómo empezar a escribir esto. Me he arrancado una espina del corazón. Siempre creí en ti, siempre supe que no eras un tramposo. Ahora, después de diecisiete años te han dado la razón, después de diecisiete años de la injusticia y doce después de tu muerte.

No fuiste un tramposo, ni te dopaste, ni engañaste a nadie. Eras, sencillamente, el mejor. Encima de la bicicleta y sin ella también. Se te notaba en la cara, en los gestos, en la mirada. Por eso te ganaste el corazón de tantos aficionados al ciclismo, dentro y fuera de tu Italia, esa Italia que todavía hoy te echa de menos.

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Ha salido publicado en un periódico deportivo italiano las conclusiones de la Fiscalía de Forli, que es la que investiga todo aquello que pasó en Madonna di Campiglio, donde fuiste descalificado del Giro cuando ibas líder a más de cinco minutos del segundo clasificado. Y esas conclusiones no son otras que fue la mafia quien “convenció” a un médico para alterar los valores de oxígeno en tu sangre y descalificarte por niveles de hematocrito no permitidos.

La mafia, por unas apuestas. Delincuentes, por dinero.

Por dinero hicieron que un médico mintiese, te condujeron a un callejón sin salida donde arruinaron tu carrera y te arrebataron tu dignidad, y de donde ya no supiste salir embarrado en una espiral de autodestrucción que te llevó a la muerte.

En una rueda de prensa te oí decir una de las frases que más me han gustado siempre: la paciencia es la virtud de los fuertes.

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Pantani en una «sentada» que realizaron los ciclistas en el Tour del 99 exigiendo más respeto de los medios por su trabajo.

Fuiste el resurgir de la figura del escalador de montaña, ganaste un Giro y un Tour en el mismo año, cosa que nadie después ha logrado. Hasta ese momento el último escalador en llevarse un Tour había sido Pedro Delgado, y el último en conseguir Giro y Tour en el mismo año, Miguel Induráin. Podría escribir miles de datos sobre tu carrera, tus lesiones, la caída el día en que se te cruzó un gato, las veces que intentaste rehacerte después de la injusticia. Pero no me vale la pena. Para mí siempre fuiste una sonrisa, un luchador, un ejemplo. Ese ciclista bajito, calvo y simpático que reventaba a sus rivales cuando de subir un puerto se trataba.

Voy a transcribir un pedazo del artículo de El País sobre la etapa del día antes de Madonna di Campiglio, una etapa que fue una auténtica exhibición y que todos los aficionados al ciclismo guardamos en nuestra memoria:

Fueron 23 minutos y 23 segundos. Desde el menos 10 hasta el kilómetro 0. La subida a Oropa de Marco Pantani. Ya el tren del Mercatone llevaba enfilado a todo el pelotón. Ya José María Jiménez había hecho crack de nuevo. Ya la mayoría de rivales intentaba acomodarse, controlar las ruedas de referencia, calibrar las fuerzas de los otros, anticipar quién iba a sufrir más de la cuenta. Sólo habían recorrido 1,5 kilómetros de los 10 de la subida a Oropa. Habían pasado tres minutos cuando una mancha rosa se apartaba súbitamente de la izquierda de la carretera, el último hombre de la cadena Mercatone, y se paraba junto a la cuneta derecha. Era Marco Pantani. El hombre cogió la bicicleta en vuelo, la apoyó sobre la rueda delantera y se puso a manipular en la zona del plato. Se le había salido la cadena al intentar pasarla del plato de 39 dientes al de 53 pues habían entrado en una zona de falso llano, casi un descenso. Extrañamente, nadie se para a ayudarle. No hay a la vista ningún compañero de equipo. «¡Qué error!, ¡qué gran error!», clama Martinelli. «Marco no abrió la boca, no gritó, no pidió ayuda. Nadie del equipo le vio. Todos siguieron como si nada hasta que 200, 300 metros después, le echaron de menos». Pantani parece desesperado cuando se junta a sus compañeros y comienza la gran remontada. Peligro. Una situación similar sufrió Jan Ullrich en el Tour (un pinchazo en las primeras rampas del Plateau de Beille en el último Tour). Tal fue el nerviosismo del alemán, tal su miedo de quedarse descolgado que derrochó todas sus fuerzas en una remontada y no pudo responder después. Claro que a quien tenía que responder entonces era a un tal Marco Pantani desatado. Y el desencadenado Marco Pantani de ayer sólo tenía que responderse a sí mismo. Es su único enemigo. Pero pasó miedo. Su equipo, tan fuerte y tan solidario, se volvió loco. Tiró del Pirata. Y el Pirata, piernas bloqueadas por el nerviosismo, transpiración exagerada, les veía irse, les voceaba que más tranquilos, pero ellos, liebres, aceleraban más. Esprintaron hasta extenuarse. Fueron pasando grupos. Adelantaron volando al Chava. Por delante nadie se atreve a moverse. Un ataque de Zintchenko, corto, y otro de Heras, con más sustancia. ¿A qué esperan los escaladores, los que quieren ganar el Giro? ¿A qué esperan Gotti o Clavero? Nadie se mueve. Sólo Jalabert. El puerto no le asusta. Es un puerto de escalones: repechos y descansillos. Un sprint largo, de potencia, y a tomar aire. El francés se va. Los menudos escaladores, Gotti, Clavero, sufren porque no dan con un ritmo eficaz. No les gusta ir a tirones. A Pantani, sí. Exagerado. Cuanto más empinado es el puerto, allá por las cuevas de Favaro (14%) mejor sube el Pirata. Pantani se desbloquea. Acelera y pasa corredores. Echando salivazos. Alcanza un grupo de mulos, toma aire y ataca. A por el siguiente. Así, en el minuto 15 coge a Gotti, Clavero, Miceli y Simoni. Sólo queda Jalabert por delante. Le coge un minuto después. 30 segundos de oxígeno y de nuevo para arriba. Ha subido sprintando siete kilómetros de puerto. Y sigue acelerando. Una obsesión entre ceja y ceja: necesita cumplir con su objetivo, eliminar a Jalabert antes de la contrarreloj llana del miércoles. Acelera y acelera. Cruza la meta sin siquiera levantar los brazos. ¿Qué pasa, quería arañar hasta las décimas? «No», una sonrisa del Pirata. «No sabía si había entrado alguien delante y no quería hacer el ridículo levantando los brazos».

Carlos Arribas para El País, escrito en Oropa el 31 de mayo de 1999.

Laurent Jalabert admitió ese día que vio a Pantani pasarle “como un tiro y me aparté para que no me arrollara”. Aquí dejo también el enlace del artículo entero:

http://elpais.com/diario/1999/05/31/deportes/928101631_850215.html

Para los más nostálgicos, os dejo esos maravillosos minutos en este enlace:

https://youtu.be/yrJuRsDFT2Y

El enlace de más abajo es el artículo en que se cuenta cómo se ha demostrado tu inocencia.

http://www.elmundo.es/deportes/2016/03/14/56e6f69f46163fff118b45ba.html

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Nos privaron de uno de los mejores ciclistas de la historia, uno de los más espectaculares y abnegados, de una persona maravillosa, alegre y generosa, de un deportista único, que nos hizo amar el ciclismo a millones de aficionados a este deporte. Por dinero, por una maldita apuesta, sin escrúpulo alguno.

Así que me despido de ti, amigo. Tenía una cuenta pendiente, el deseo que se supiera la verdad, sed de justicia, que ya no llegará. Una espina clavada en el corazón desde el día en que te maltrataron y te deshumanizaron para convertirte en negras ganancias. Se ha conocido la verdad, pero a Paolo y a Tonina ya nadie les va a devolver a su hijo, su eterna sonrisa.

Descansa en paz, Marco.

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2 comentarios en “Te lo debían

  1. Déborah

    Un artículo muy emotivo , es una pena que acabara sus días de esa manera, que vil puede llegar a ser el ser humano, con que facilidad alguien sin escrúpulos puede destrozar un sueño y una vida..Aunque sea a día póstumo su memoria se merecía este reconocimiento…se ha limpiado su nombre y su honor.

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